Es el único valle que no ha tenido introducción de otras variedades. Se han conservado hasta la actualidad las cepas patrimoniales como la negra criolla, moscatel, mulata, entre otras, a partir de las cuales se elaboran vinos con mucha singularidad y tipicidad. Sus parras son de pie franco, con buenos rendimientos por hectárea y hacen empleo de sistemas de conducción como parrón español y vaso. Por sus condiciones geográficas de aislamiento y la altura a la que se ubica (1779 m s.n.m.) , no sufrió el daño que ocasionó la filoxera a finales del siglo XIX en todas las demás zonas productoras del Perú y la mayoría de viñedos del mundo.
Es uno de los pocos valles que conserva la tradición de la pisa de uva y el uso de tinajas para la fermentación de mostos y crianza de vinos. Además, cuenta con un acervo cultural y patrimonio vitivinícola, reflejado en su arquitectura, religión, historia, costumbres y gastronomía, lo que le permite una identidad propia.